Once mujeres declaran haber sido víctimas de Íñigo Errejón

Íñigo Errejón dimitía ayer tras reconocer ante la dirección de su partido, que conocía los hechos desde hace meses, los hechos por los que ha sido demandado.

Su otrora compadre Pablo Iglesias, autor de la frase «la azotaría hasta que sangrara» en referencia a Mariló Montero, hablaba ayer por la noche de «final siniestro» para el que fue su amigo. Al menos, Irene Motero y Belarra han declarado que la dirección de Sumar conocía todo esto y que no ha hecho demasiado por denunciarlo.

Fue Cristina Fallarás la que abrió una plataforma en Internet para que las mujeres le enviaran mensaje denunciando casos similares. Ella, por simpatía política o miedo, solo habló de «un político de Madrid». Nos tememos que si hubiera sido de otro partido ya se habría dicho su nombre hace años.

Errejón ha sido acusado por once mujeres de ser víctimas de abusos y de maltrato psicológico. Su comunismo de salón, su pose cada ocho de marzo y sus ataques a los rivales hablando de heteropatriarcado quedarán como testimonio de un paso por la política en la que no ha dejado ni una sola propuesta que nos haya cambiado la vida.

Este movimiento similar al de Me Too también surgió contra Pablo Iglesias, pero todo quedó en agua de borrajas. Ayer mismo, Pedro Sánchez lamentaba la marcha de su socio político, pero nada dijo de las víctimas. Curiosamente, la noticia salta el mismo día en el que se estaba analizando el contenido de su teléfono en la operación de corrupción en la que está inmerso.

Coincidencia o no, no podemos actuar de la misma manera que el otrora partido de Errejón acusando sin sentencia judicial. Su presunción de inocencia es intocable y hasta que no haya sentencia firme no se le podrá acusar de nada en concreto. Que tanta paz lleve como descanso deja.

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