Jorge Javier Vázquez reflexiona sobre sus excesos con el alcohol
Jorge Javier Vázquez reflexiona en su blog para la revista Lecturas sobre sus excesos con el alcohol y anuncia una decisión al respecto.
«No sé si volveré a hacerlo porque ya no lo echo tantísimo de menos. A lo mejor un día pienso: “me tomaría una copa”. O: “esta noche me iría de juerga a quemar la noche”. Pero esos pensamientos aparecen cada vez más de tarde en tarde, ya no son recurrentes. Vivo mucho mejor sin alcohol. No me gustaría volver a lo de antes: resacas, estados de ánimo cambiantes, energías bajas. He bebido mucho durante muchos años de mi vida. Para evadirme, para salir por la noche, para no pensar. Por no estar conforme con mi trabajo. Con mi realidad. Conmigo mismo».
«No concebía una vida sin alcohol. Me proponía beber menos, sí, pero no lo conseguía. Y conforme van pasando los años la culpa es más poderosa y destructiva. Y lo que debería catalogarse como placer al día siguiente se convierte en una tortura: ¿me habrán grabado? ¿me habrán hecho fotografías? ¿me chantajearán? No voy a recrearme mucho más en esta parte porque ya he hablado de ella en varios blogs y, sobre todo, en Antes del olvido, mi último libro».
Sí que me gustaría escribir sobre cómo es mi vida sin beber alcohol. A lo mejor le puede servir a alguna persona que me lea. Quizás a alguien que le hayan recomendado dejar de beber y que piense que no va a ser capaz porque el mundo se convertirá en un lugar mucho menos atractivo. Conozco esa sensación. Cuando mi psicóloga me dijo que tenía que dejar de lado el alcohol me resistí muchísimo. Fue en vano. Pese a que intenté negociar no dio su brazo a torcer: abstinencia total.
«Dejar de beber implica también enfrentarse a pelo a momentos tristes. De infelicidad. Con la importante salvedad de que no los intentas evitar huyendo en forma de copa sino que los aceptas porque entiendes que son estados de ánimo que acabarán desapareciendo. Mi vida es mucho mejor desde que no bebo. Más rica. Con mayores matices. Pero reconozco que no es fácil hacerlo. Estamos habituados a beber porque hemos tenido un buen día. O un mal día. Porque hemos encontrado novio. Porque nos ha dejado el novio. Porque llega el fin de semana y a ver qué hago si no es tomarme una copa con los amigos. O porque llega el fin de semana y como no tengo ningún plan bebo para olvidarme que estoy solo. No es fácil no beber. Hay veces que llegas a una cena y cuando dices que no quieres una copa de vino siempre hay alguien que suelta lo de “venga, va, solo una”. Y te contienes pero te dan ganas de contarle que no solo te tomarías una sino media docena y que bastante te cuesta no aceptarla como para que venga un brasas a recordarte que ya no bebes porque no lo controlas».
Sentencia Vázquez indicando que «dejar de beber ha significado empezar a vivir sin miedo. No puedo escribir que ojalá lo hubiera hecho an- tes porque creo que no estaba preparado. Llegó cuando me di cuenta de que estaba harto de vivir en un lugar que en su día me atrajo pero que acabó haciéndome daño de tanto usarlo. No bebo en un momento de mi vida en el que algo tan valioso como el tiempo empieza a cobrar mucho más sentido. Ahora estoy donde quiero estar y con quien me apetece estar». Como bien indica, que su ejemplo sea de utilidad para los que pasan por la misma situación.
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