Jorge Javier Vázquez adora su «vida de feriante»

Jorge Javier Vázquez comenta, en su blog para la web de Lecturas, que adora su vida de feriante. Se nota que no tiene ni idea de lo que habla. Se entiende por feriante el que trabaja en la feria, duerme, con suerte, en una caravana, y trabaja 12 horas, o más, al día por cuatro duros. Si ir de teatro en teatro y de hotel en hotel es para él ser feriante, apaga y vámonos.

En una especie de relato, comenta la visita de una tal P. que ha estado en su casa viendo un documental. También dice que va a comprarse un suavizante (¿de verdad le pagan por contar semejante cosa?), pero que lo que le gusta es lo que le toca hacer el fin de semana.

«Me toca ir a Roquetas de Mar con mi función y eso es excitante, divertido y emocionante. Me encanta la vida del feriante. Otra cosa que tengo en común con Ana Iris Simón. Lo que no comparto con ella es que mis padres vivían mejor que yo. Yo vivo infinitamente mejor que mis padres, pero no lo puedo decir muy alto porque corro el riesgo de que me recuerden que soy rojo».

Con la hipogresía, y el cinismo, que caracteriza a los comunistas de salón (a los que les importa un bledo eso del salario mínimo o la igualdad salarial entre hombres y mujeres por citar dos ejemplos) comenta que «tengo una casa con jardín y piscina, me gusta el marisco, de vez en cuando tomo caviar y no le hago ningún tipo de asco al Dom Pérignon. Mal. Parece que los de izquierdas solo tenemos derecho a vivir hacinados en pisos de ciudades dormitorio, alimentarnos a base de legumbres y patatas e hidratarnos con calimocho de cartón».

Curiosamente, las últimas viandas que comenta es lo que comen los que viven en un país comunista. La primera parte de su relato nos parece muy bien, pero ser de izquierdas supone luchar, activamente y no cuando hay cámaras delante, por la igualdad social. Cobrando millones de euros por ir a merendar, pues como parece mucho más fácil criticar a todo el mundo.

Termina su panfleto indicando que va a ir con P. a comprar productos gourmet para disimular por si alguien ve que compra algo que no deba adquirir un rojo. Así facturan algunos sus beneficios a final de mes y dan lecciones de progresismo y libertad.

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