Ángel Cristo deja a Bárbara Rey a los pies de los caballos con una dura entrevista

A Bárbara Rey se le moría ayer un hermano y estaba rota de dolor. Su hijo, a cambio de poder pagar la deuda de manutención a su pareja, la destrozó. Resulta curioso que así fuera y que todos reconocieran lo que decía Ángel cuando su difunto padre decía lo mismo y nadie le creía.

En la entrevista indicó cómo su madre le medicaba, «Como no dormía bien y lloraba mucho, me contó que a veces me ponía orfidal en el biberón para que durmiera mejor. El tema de darme pastillas para los nervios ha sido algo recurrente para mi madre toda la vida. Ella veía que había un problema, pero como no identificaba cuál, la solución estaba en medicarme a mí. Las benzodiazepinas son muy malas y pueden acabar con la vida de un niño, si te pasas».

Recordaba que «mi madre no era mujer de circo y que quizás era demasiado moderna para ese ambiente. La casa de la Moraleja es un infierno: peleas, gritos, objetos voladores. Eso es lo que yo recuerdo de esa casa, mucho miedo». Un día «Hubo una discusión muy fuerte durante una comida y mi padre reventó una botella de vino contra la mesa de mármol, se clavó todos los cristales en la mano y empezó a salir sangre a chorros, que llegó hasta el techo. Se puso a insultar a mi madre, echándole la culpa».

«Agarrones, alcohol, drogas, mala gente. Al principio el miedo es que no maten a tu madre. El problema del por qué, cuándo y cómo no se decirte. Yo lo que sé es gritos de “puta, te voy a matar, zorra”. Llega a las manos y la acaba echando de la casa, arrastrándola por toda la casa de los pelos hasta la calle. Él dijo que a las putas no hacía falta abrigarlas» añadía de su padre.

Lo remata comentando que «Mi padre echa a mi madre de casa, nos quedamos a vivir con mi padre. Mi padre empieza a vivir en una espiral de autodestrucción. Mi padre está trabajando en el circo y cuando no estaba en el circo, estaba en casa drogado y borracho. En casa había drogas, alcohol, prostitutas. Nosotros no cogimos piojos en el colegio, los cogimos en casa».

El reproche final a su madre no tiene desperdicio, «A mí ella desde el biberón que me metía el orfidal, me ha medicado toda la vida porque el problema era yo, las discusiones era yo, el problema no era un niño que no era feliz, el problema no era una madre que no se ocupaba de su hijo o hija. Que sí, que traía dinero a casa, pero eso no es ser madre». Esperamos tu opinión al respecto.

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